domingo, 18 de diciembre de 2011

Letrilla de la Virgen Maria esperando la Navidad. - Gerardo Diego.(1896-1987)

 A todas las personas que entran en este blog, las deseo una Feliz Navidad.
A mi sobrina Sonia y a las mujeres que traigan al mundo por primera vez un niño las dedico este poema navideño.

     Letrilla de la Virgen María esperando la Navidad.

      Cuando venga, ¡ay!, yo no sé
con qué le envolveré yo,
     con que.

     ¡Ay! dímelo tu, la luna,
cuando en tus brazos de hechizo
tomas al roble macizo
y lo acunas en tu cuna.
Dímelo, que no lo sé,

con qué lo tocaré yo,
     con qué.

    ¡ Ay! dímelo tu, la brisa,
que con tus besos tan leves
la hoja más alta remueves,
peinas la pluma más lisa.
Dímelo y no lo diré,

con qué le besaré yo,
     con qué

     Y ahora que me acordaba.
ángel del Señor, de Ti,
dímelo, pues recibí
tu mensaje: "He aquí la esclava".
Sí, dímelo por tu fe,

Con qué lo abrazaré yo,
     con qué.

     O dímelo tú, si no,
si es que lo sabes, José,
y yo te obedeceré,
que soy una niña yo,
con que manos le tendré,

que no se me rompa no,
     con qué.

domingo, 4 de diciembre de 2011

El mercadillo de Torrijos ahora Conde de Peñalver.

  Parece que estoy viéndome en mi niñez, cierro los ojos y puedo sentir el frío de las calles madrileñas en los días previos a la Navidad, pero los chicos no teníamos frío. Deseábamos que llegaran estas fechas, no teníamos colegio y siempre había un poco de manga ancha en las casas, podíamos ir a dar un paseo y encontrar a los amigos que hasta ahora con la rutina del colegio nos veíamos poco. En aquel tiempo no teníamos teléfono, ni falta que nos hacia, eramos una gran panda, nos reuníamos los chicos de tres portales como por telepatía, y allí estábamos todos para celebrar que eran días de Navidad.

 Mi familia vivía en una buena calle del barrio de Salamanca, con grandes iglesias,  hermosas tiendas a las que acudían  las gentes de compras, había varias zapaterías, cosa que me ha llamado siempre la atención, un gran almacén de paños, tanto para confección de trajes como de ropas para la casa, mercerías, ferretería, café, pastelería, juguetería, papelerías, farmacias, ultramarinos, carbonería, pescaderías, pollerías. Muy cerquita un gran mercado que conservaba el antiguo nombre de la calle principal, Mercado de Torrijos, más un  largo etcétera de tiendas que hoy no recuerdo. Quiero decir con ello que vivía en una calle con gran animación, todos o casi todos los vecinos del barrio por hache o por be, pasaban  para hacer sus compras por mi calle.

Puesto navideño de panderetas. 1945
Lo que quiero contar es como disfrutáramos los   chicos en esos días navideños. En nuestro barrio ponían un mercadillo en la calle Conde de Peñalver desde Goya a D. Ramón de la Cruz, cuatro manzanas, tanto en los números pares como los impares. Allí si que disfrutábamos mirando toda suerte de mercancías. Paseábamos una y otra vez la calle. Mirábamos los puestos de juguetes, los de las figurillas del belén, los de bisutería barata con buena iluminación que hacia relucir los cristalillos de la joyas, los puestos de pipas y chufas, los de mazapanes, los de polvorones, en otros puestos había panderetas de madera y badana, zambombas con papel de seda recubriendo el bote al que iba sujeta la caña. Nunca se me olvidará el puestecillo que tenia allí un indio,de la India, vestido de indio con turbante, que vendía perfumes, era un personaje que nos llamaba la atención, y más pensando que decían que era hijo de un marajá y de una mujer española, lo mirábamos todos con extrañeza y el nos asustaba con un ¡oh!. No había muchos extranjeros en España y menos en mi calle.

Fueron tiempos muy importantes para todos, nos acostumbramos a compartir lo poco que teníamos, tanto chicos como chicas jugábamos juntos, a las chapas, al clavo, al rescate, bueno los chicos no querían jugar con nosotras si sacábamos los recortables, pero ellos tenían los cromos, jugábamos al diábolo a ver quien lo lanzaba más alto, saltábamos a la comba a dubles que nosotras les ganábamos, pero ellos lo hacían en el salto de altura. Llamábamos a los timbres de los portales para hacer rabiar a los porteros. Atendíamos a nuestros hermanos más pequeños, los cuidábamos y les ensenábamos a jugar a nuestros juegos.

Teníamos que ir al cole y más tarde al llegar a casa hacer deberes, ayudar a nuestra madre con la limpieza, los recados, que si pan, que si leche, que si bajes a por chocolate para la merienda o a la mercería de Conchita a por una bobina de hilo, bajabas refunfuñando pero antes de cerrar la puerta de tu casa ya se te había olvidado el enfado.

 Aquellos años los recordaremos siempre en estas fechas, y especialmente a todos los familiares que hemos perdido que nos ayudaron a que fuéramos tan felices, pero también por la alegría que nos da lo conseguido con nuestro propio esfuerzo, gracias a que ellos nos enseñaron lo importante de la vida.