La mimosa ha perdido su flor.
Los árboles más madrugadores ya tienen sus flores; cerezos, manzanos, perales, que al menor soplo de viento tapizan el suelo de blanco.
La higuera ya enseña sus pequeños botones de los que saldrán sus dulces frutos.
El castaño de indias está exultante con sus flores que se arraciman en forma de conos.
Las acacias con sus flores rosas o blancas a las que de niños llamábamos pan y quesillo por lo dulce de su interior, ya están vestidas de fiesta.
El arce King ha pasado en dos días, de estar desnudo a vestirse de hojas rojizas doradas con pequeñas flores amarillas que es una bendición mirarle.
Todos conocemos los árboles pero de tan cotidiano, no nos paramos a pensar en ellos. Ahora en primavera están preciosos, y si nos sentamos a su sombra, sentimos la brisa que mueve sus hojas y nos trae la fragancia que despiden, estaremos en la gloria. Pero no solo los árboles, todas las plantas en general están llenas de vida. Todos los bulbos que dejaste olvidados en el jardín han dicho aquí estoy yo, y no solo han salido los que plantaste el año anterior sino que se han duplicado. A los rosales ya les asoman los capullos. Los lilos aroman el jardín.
En la madrugada, cuando ya clarea, los pájaros con sus trinos nos confirman que es verdad que ha llegado la primavera.
El refranero que es tan sabio dice: Cuando en marzo mayea en mayo marcea y eso es lo que ha pasado en esta primavera. Aunque han llegado tarde las lluvias al fin han llegado a los campos y las plantas han renacido llenándolo todo de color.
